22.5.09

otoño en mi calle



El color finalmente llegó a mi calle, para un lado verdes y amarillos, para el otro naranjas y rojos que son los mejores para mirar, desde mi ventana sólo verdes. Qué pena que los árbolitos de mi frente sean de los siempre verde. Mi casa debe ser la más aburrida de la cuadra, no tiene rojos intensos, ni naranjas, ni violetas, no tiene flores, no tiene el crunch crunch de las hojas caídas. No me queda otra que apropiarme de las hojas caídas de los vecinos e ir haciendo zigzag hasta que ya no crujen. El Tin me mira y sonrie, como pensando sos tontula, eh? y yo le vuelvo a repetir "esto es algo que me encanta y dura tan poquito..." y me sigue mirando y sonriendo.

Este año, sólo tres o cuatro naranjas, enormes, de ombligo, pero pocas. "Es que están esperando el fresco, por eso no vienen", me dijeron y capaz que tenían razón. Pero se vino el fresco y ayer sólo contabilicé tres naranjas en el árbol, tres. En cambio los limones se la creen y salen a roletes, cuando te descuidás te quiebran un rama nueva y tenés buscar el serrucho y extirparle la parte tan bien que estaba creciendo. La mandarina estuvo medio rara este año, se empestó menos que el año pasado pero no tuvo su mejor performance para comerla sola. Por el contrario, si anduvo muy bien el dulce, otra de esas prácticas hogareñas que me gusta repetir cada otoño. Se me da por hacer dulces, pero de las frutas de mis árboles, por eso es una pena que este año no haya naranjas; me paso toda la tarde pelando, sacando las semillas, cortando los gajos a la mitad, sin apuro y sin prisa como dice la canción, sin pensar o pensando bajito, tan bajito que casi no me escucho los pensamientos. Revolviendo cada ratos, limpiando con la cuchara el dulce que va pegandose arriba en las paredes de la olla, siguiendo un sabio consejo paterno y pensando bajito con las ideas acarameladas de mandarina.

El patio también está un poco gris, pienso, ¿sería más lindo si tuviera la grama bahiana? seguro que sí, pero siempre me olvido que tengo que ir al vivero y comprar, ¿por qué nunca me acuerdo? quizás no lo quiera tanto o sí, no sé, también quisiera que hubieran más flores como en el terreno de La Viña y las paredes cubiertas de enredaderas. ¿Y porque no las pongo? las puse, eran como mil los plantines de alegrías del hogar que me regaló mi madre; igual que las tres enredaderitas pequeñas dispuestas estratégicamente para que, en un futuro no muy lejano, cubrieran toda la pared del fondo. Pero en este patio tercermundista la expectativa de vida se estima muy reducida, hay depredadores implacables como las hormigas, la falta de lluvia, los caracoles, mi cachorra y la bordeadora del Tin que atentan de forma permanente y sin respiro contra todos los seres vegetales de mi jardín.




Al Negrito le gusta dormir en esa esquinita de la casa del frente, capaz que sea porque la luz del atardecer pega re lindo ahi, a diferencia de la casa de mi vecino que es donde tiene el tacho de agua sobre la tierra, entre la ventana y la reja. Es el típico perro de la cuadra, de nadie, de todos, los vecinos pasan y le dicen "hola Negrito", él mueve un poco la cola, un poco destartaladamente en realidad porque está viejito y con problema de caderas. A la Franca no le importa porque es su amigo y se ve que lo quiere como es; le juega, le salta un poco hasta que el Negrito se va y se sienta de nuevo en esa esquinita de la casa del frente y ahi se queda a mirar, seguro también piensa bajito, porque ya es viejo y sabe mirar.

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